Iboru Iboya!
Mis mejores deseos para
quienes lean estas letras, pues serán dignas de un análisis.
Como predijo Ifá para este
año, ya se están observando situaciones que dan lugar a una creciente inestabilidad
general. De modo que lo recomendable es que se realicen las ofrendas
aconsejadas, para intentar mitigar en el plano personal, la influencia de la
negatividad general.
Pero hoy el tema trata sobre algunos
detalles a seguir para lograr aceptación, sin violencia, en un entorno ajeno al
del nacimiento, en cultura, raza y creencias, para conseguir una convivencia
agradable y de bienestar.
El primer paso, según se
observa, es la unión de los inmigrantes, mediante costumbres culturales generales.
La experiencia que sustenta
este análisis, es la vivida el pasado
día 14, día del Amor y la Amistad, conocida en algunas tierras como día de los
Enamorados.
Mi pareja y yo, decidimos
celebrarlo con una modesta comida en un restaurante. Tras buscar diferentes
variantes para nuestro gusto y posibilidades, escogimos el restaurante colombiano
Salón Antioqueño, en Deusto.
Al llegar nos encontramos con
un sitio muy acogedor y tranquilo, con un ambiente musical, que propicia que el
menú, aunque no fuera de nuestra tierra nativa, nos resultara vinculante
geográficamente; pues la música que se escucha, a bajo volumen, es instrumental
con temas latinoamericanos conocidos y aceptados internacionalmente.
Mientras comíamos el Sancocho
de gallina, reflexioné mucho.
Hay lugares donde la música no
se tiene en cuenta, y esta comunidad es uno de ellos. Es muy cierto que los
nativos no admiten la música porque, según dicen, les impide conversar sus
cosas.
Además, la mayoría de los
cubanos aquí no tenemos posibilidades para crear y mantener un restaurante, que
no sea con la presencia y la promoción de los paisanos.
Pero quienes pudieran hacerlo,
que son quienes atienden a los clientes en los bares nativos, sólo se rigen por
las costumbres establecidas en el lugar, y no aportan ideas para incluir nuestra música, haciéndola formar parte del
lugar, y además convencer a los cubanos para que al menos un día asistamos al
lugar.
Puede que se me juzgue por mi
condición de viejo cantante cubano; pero lo cierto es que sólo intento
contribuir a que nuestra música no se pierda, en manos de otras culturas inclusivas,
que la mantienen, incluyen y respetan; y por ello tienen todo el derecho de
adquirirla como suya.
Analicemos, cubanos.